miércoles, 19 de abril de 2017

El papel de las emociones en la jornada escolar

Agacharte a su altura, mirarle a los ojos, esbozar una sonrisa y hacerle ver que le entiendes. Todo esto marca una diferencia en la educación de nuestra infancia.


Una criatura que disfrute de sus años en la etapa de infantil, cuando estos años están cargados de momentos felices, será una persona sana en el futuro. Los recuerdos positivos permanecen en nuestra memoria marcando una impronta que permanece viva en años posteriores. Una criatura que ha vivido ricas experiencias, acordes a sus necesidades, capacidades y ritmo evolutivo, que además ha sido querida, amada y respetada por encima de todo, tendrá mayores posibilidades de ser una persona adulta con grandes capacidades. Si esto se acompaña con un apoyo mutuo en el grupo de iguales y un respeto profundo a la libertad individual en un proceso cargado de afecto, estaremos contribuyendo a hacer de la infancia una etapa plena y feliz. El afecto mueve el mundo.

Sin embargo, a pesar de su máxima importancia, a veces se nos olvida la necesidad de trabajar las emociones en la vida cotidiana y, de manera sorprendente, en nuestras aulas.

Docentes y alumnado solemos estar inmersos en una vorágine social de horarios rígidos, estructuras espaciales de contención, fiestas pomposas, a veces extra valoradas, todo ello rodeado de contenidos que se dan y se absorben a velocidades máximas; una rutina diaria en la que la rapidez es lo importante, donde la eficiencia es sinónimo de una buena labor profesional y en la que la visibilidad de lo que se hace es lo fundamental, pareciendo así que damos mayor valor a nuestra profesión docente.

Y con ello llega el olvido, en silencio, de puntillas…  Y nos roba el tiempo, el nuestro y el de los niños y niñas de nuestra escuela, colegio o instituto. Nos anula la sonrisa, nos absorbe la mirada, nos quita el abrazo mañanero, nos arrebata las caricias, las preguntas de si han dormido bien, la necesidad de saber si vienen con hambre, con frío, con sueño, con alguna preocupación… Nos extirpa la capacidad de expresar cómo nos sentimos, cómo nos encontramos… la capacidad de escuchar cómo se siente el compañero, cómo se encuentra la compañera… las palabras bonitas que nos hacen fuertes, grandes, insuperables y a las que no se les da importancia. Y sin embargo, serán dichos recursos los que propiciarán que esos niños y niñas en un mañana sean personas amables, alegres y, sobre todo, que sean y se sientan queridas.

Inmersos en la rutina escolar olvidamos dedicar momentos y espacios a dialogar con los niños y niñas sobre lo que piensan, pero sobre todo sobre lo que sienten. En la sociedad actual está demostrado que existen problemas de socialización, que las personas sufren de estrés, de ansiedad y que se crea depresión y malestar en uno mismo y con los otros. A veces, según expertos en el tema, estos problemas vienen por carencias en la expresión de las emociones. Las emociones que no se nombran, que no se expresan, que no se gestionan se quedan dentro y se comen poco a poco la alegría y a uno mismo.

En la escuela, donde los niños y niñas son pura esencia emocional, debemos permitir que estas capacidades afloren y se fomenten. Y esto no solo se realiza poniéndoles nombre en una hora del currículo, sino sintiéndolas y expresándolas con la máxima expresividad para que nos empoderen. Y cuando decimos esto nos referimos tanto a emociones consideradas bonitas como la alegría, la sorpresa, la ilusión… como a las no tan bonitas, pero igual de necesarias, como la tristeza, la desesperanza e, incluso, la rabia. No hay que culpar a la criatura ni hacerle ver que hay emociones buenas o malas, hay emociones y deben de vivirlas, saborearlas y expresarlas en todo su esplendor guiándoles para entenderlas y gestionarlas en beneficio suyo y de otros y otras.

¡BASTA! Paremos el tiempo. Llenemos el aula de momentos de encuentros: riamos con nuestros niños, abracémonos con nuestras niñas, hablemos con nuestros cuerpos, nuestras miradas, nuestras sonrisas y nuestras palabras. Gritemos, saltemos, corramos, brinquemos solos/as y acompañadas/as en todas las situaciones en que sea posible, muchas más de las que les otorgamos si elegimos enfoques metodológicos que permitan la actividad libre y espontánea. Vivamos el tiempo de Educación infantil como solo podemos hacerlo en la infancia y más allá si queremos: con intensidad, con un paraguas de amor.

En pos de los contenidos dejamos en el cajón los afectos abrazados a sentimientos y emociones. Abramos este cajón, dejemos que salgan, que llenen nuestras aulas y hagamos que sean el motor de cada día.


Almudena Gómez-Álvarez Abajo. Plataforma por la defensa de la Etapa de Educación Infantil 0-6 años

4 comentarios:

  1. Como integrante del grupo de educación emocional estoy totalmente de acuerdo con las palabras de Almudena Gómez. En mi opinión, de nada sirve impartir una clase sin antes deternos en comprobar el estado de ánimo de las niñas y niños, porque si se encuentran tristes, ese día dará igual la clase que demos. Como comentamos en nuestra exposición, como futuras profesoras debemos dejar que expresen sus emociones sin ningún miedo y animarles a ello, que se equivoquen y que comprendan que de la emoción no necesariamente debe derivarse un determinado comportamiento, sino que estas se pueden regular. Por ejemplo, que de la ira no debe de derivarse la violencia..

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  2. Es un texto muy interesante a la vez que dulce. La etapa de educación infantil es la base de la educación pero también son los cimientos de la vida. Aunque creamos que no se va a tener ningún recuerdo de esa etapa, no es así. Afianzar la seguridad personal, desarrollar la autonomía y amarles les generará, como bien dice, mayores posibilidades de ser una persona adulta con grandes capacidades.
    No se nos puede olvidar trabajar las emociones porque son la base de todo. Si un día un niño o una niña está triste o preocupado, no podrá realizar las actividades con normalidad. Lo primordial es que se encuentre feliz para así poder continuar realizando actividades, jugando...
    Vivimos en una sociedad donde prioriza el alcanzar los objetivos, terminar un temario... pero lo importante realmente es que sean felices, que disfruten de su infancia divirtiéndose y que no vean el acudir a la escuela como una obligación.

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  3. Me parece muy importante tratar estos temas ya que en un futuro cuando nos encontremos como docentes frente a un grupo de 25 niños de 3 a 6 años, debemos entender la gran importancia del desarrollo emocional. Por tanto, deberemos intentar que se expresen y sientan por sí mismos. Par ello, y teniendo en cuenta que a su corta edad la imagen de la maestra se muestra como una figura referente, será de vital importancia al hecho de que vean y entiendan que todos tenemos emociones, que cuando no recogen los juguetes y la maestra se cabrea, eso es una emoción, que cuando alguien le regala un dibujo a la maestra y ésta sonríe, es porque está feliz, etc. No hay mejor forma de hacerles entender la importancia de las emociones que achacándolas a su propio día a día. Al fin y al cabo, como dice Almudena "las emociones deben de vivirlas, saborearlas y expresarlas en todo su esplendor guiándoles para entenderlas y gestionarlas en beneficio suyo y de otros y otras"

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  4. Bonito texto. En ocasiones la rutina, el cansancio y la sobrecarga de trabajo nos hacen olvidar la importancia que tienen los pequeños gestos para el autoestima y desarrollo de niños y niñas. Es importante trabarlo, no solo por aportar ese "toque humano" a lugares donde la infancia se convierte en el centro de la acción, si no además para enseñarles a identificar, controlar y conocer sus propias emociones.

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